Desde
que se empezaron los procesos de internacionalización, el principal reto del
agro nacional en los acuerdos comerciales ha sido cómo garantizar que la
agricultura sea ganadora neta en una mesa de negociaciones en la que, nunca, se
le ha permitido tener la vocería nacional.
El sector agropecuario
representa uno de los asuntos de mayor jerarquía en el proceso de
internacionalización de la economía en los últimos 20 años, resultante de su
trascendental aporte a la economía nacional, generación de empleo y ocupación
pacífica del campo colombiano.
El agro ha desempeñado,
siempre, un papel estratégico en las negociaciones comerciales de Colombia,
tanto en el ámbito multilateral como bilateral.
Para visualizar los retos y
las realidades afrontadas por la agricultura colombiana en las negociaciones
durante este periodo, resulta necesario abordar inicialmente la Ronda Uruguay,
negociación multilateral realizada en Ginebra, Suiza, entre 1986 y 1994, que le
dio vida a la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Allí se generaron los
fundamentos técnicos que soportan las negociaciones agrícolas que se han
realizado desde entonces, incluyendo sus objetivos, instrumentos y áreas de
negociación.
Desde la perspectiva nacional,
cabe anotar que en la OMC se obtuvieron resultados concretos, derivados del
proceso de solución de disputas –conocido coloquialmente como ‘la guerra del
banano’– adelantado favorablemente contra el régimen discriminatorio de
importación europeo, además de otras concesiones negociadas con Estados Unidos,
la Unión Europea, Japón y Canadá, que permitieron abrir estos mercados para
café, banano, palma de aceite y azúcar.
Por esa época, se promulgó la
Ley General de Desarrollo Agropecuario y Pesquero No. 101 de 1993, por medio de
la cual se puntualizaron los instrumentos constitucionales que otorgan
protección a la producción de alimentos y se especificaron las bases de
equidad, reciprocidad y conveniencia nacional que se deben tener en cuenta
durante la internacionalización.
Desde entonces, el principal
reto del agro nacional en los acuerdos comerciales ha sido cómo garantizar que
la agricultura sea ganadora neta en una mesa de negociaciones en la que, nunca,
se le ha permitido tener la vocería nacional.
más desafíos
El segundo desafío ha sido cómo
compatibilizar los legítimos instrumentos de defensa agrícola con los genuinos
intereses ofensivos de acceso a los mercados agropecuarios.
Por esa época, se
perfeccionaron los primeros acuerdos comerciales de segunda generación, con
Venezuela y México, denominado entonces G-3, que posteriormente se estropearía
como resultado del retiro de Venezuela –y de la Comunidad Andina– en abril del
2006, decisión originada por la determinación de los andinos de iniciar la
negociación del TLC con Estados Unidos.
En el caso de México, la
agricultura se excluyó de la negociación en los años noventa, situación que se
mantuvo, por exigencia de ese país, en la renegociación realizada a mediados de
la década pasada.
Entre 1995 y el 2002, los
esfuerzos de los 34 países de las Américas se perdieron por la fallida
negociación de la zona de libre comercio, fracaso que incentivó la celebración
de acuerdos bilaterales entre la mayoría de países.
Colombia perfeccionó así el
Acuerdo de Complementación CAN-Mercosur, que, valga decirlo, genera desde
entonces un déficit agropecuario apreciable, valorado en 491 millones de
dólares en el 2010, como resultado, principalmente, de las importaciones de
trigo, maíz y soya.
victor manuel mendez arguellez
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